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domingo, 23 de julio de 2017

Dice Beatriz Janin:

   Frente a tantas cosas terribles que se están diciendo sobre “el polaquito”, quiero contar algo que me pasó esta semana y que muestra que los niños son ante todo niños, vivan como vivan…: el sábado pasado, al mediodía, fui a la calle Corrientes para comprar entradas de teatro para ir con mi nieta. Caminaba muy apurada para volver a casa antes de ir a buscarla cuando un nene, sentado en el suelo en la puerta de un Mac Donald’s, me dice muy bajito: “¿Me comprás algo para comer?” Le pregunto qué es lo que quiere comer y me contesta: “cualquier cosa”. Le digo que entre conmigo y le pido una hamburguesa con queso y también muy bajito, mirando los juguetes que se exhibían, pregunta: ¿ese juguete viene con la hamburguesa? Yo le pregunto si él quiere el juguete y no me contesta pero me dice que sí con la mirada. Le digo a la empleada que me de una cajita “feliz” y a él que elija el juguete. La cara se le ilumina, toma el juguete y sonríe. Me pregunta si puede abrir la bolsa y cuando le digo que es de él, que por supuesto puede, me mira asombrado. Yo me emocioné, porque pensé qué chiquito era, que tenía derecho a tener hambre no sólo de comida sino de juguetes, porque es un niño y porque jugar es un derecho de la infancia. También pensé que si este niño podía privilegiar el placer frente a la necesidad en él el deseo había triunfado y los golpes de la vida no habían logrado deshumanizarlo, transformarlo en un ser de pura necesidad. Después hablé un rato con el y me contó que estaba en 5º grado y que le gustaba la escuela. Un niño… como tantos otros a los que generalmente no miramos ni escuchamos y que se quedan mirando cómo otros niños pueden tener comida y juguetes…

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